Dieciocho orejas
cortadas y tres puertas grandes es el saldo que nos deja en lo taurino la última edición de la Feria del Señor de los Milagros.
Una feria con altibajos, pero que en el análisis global el balance termina
siendo positivo.
Una novillada y cinco corridas de toros fue la oferta de Citotusa para
este año. Seis novillos y treinta y un toros salieron al ruedo de la
Bicentenaria, de los que uno fue devuelto a los corrales por una falta evidente
de trapío, aunque no debió ser el único, pero que gracias a la complacencia y
complicidad del juez de plaza, el Sr.
Fernando Loayza se les dio pase.
¿No es el juez de plaza quien debe hacer cumplir el reglamento
en salvaguarda de los intereses del aficionado?.. SÍ, pero este señor NO LO HIZO y más allá de alguna oreja benévola
que haya concedido y algún otro desatino durante el desarrollo de la lidia, esa
fue su mayor falta como el no haber tampoco ordenado en ningún momento que se
realicen los análisis post mortem.
Si algo hizo mal la empresa, aparte de comunicar que ya sabíamos
que lo hacía pésimo, fue el reseñar los toros. TODOS los encierros, a excepción de La Quinta y los novillos de Santa Rosa de Lima,
estuvieron mal presentados, corridas muy desiguales con más de un toro escaso
de trapío. Se contaron ocho: Cuarto y sexto en la Zalduendo, los tres
primeros en la Miura,
primero y quinto en la de Daniel
Ruíz y tercero en
la de Roberto Puga, siendo
este el peor de todos, lo que constituye una verdadera vergüenza por los
antecedentes de dicho ganadero en las ultimas ferias, que es incapaz además de
presentar ocho toros como debería ser. El año pasado presentó solo cinco. No se
entiende entonces cómo es que se le ha comprado ganado por adelantado.
De nada sirve tener carteles rematados si es que por la puerta
de chuiqueros no salen TOROS con edad, peso y trapío, que
finalmente es por lo que paga el aficionado.
Lo que sí ha sido imperdonable es el abandono en el que Citotusa ha tenido a la plaza. Una lástima ver
nuestra casa y monumento histórico, sucio, abandonado y sin los servicios
básicos, que contrasta mucho a como la presentaron el año pasado, majestuosa y
reluciente.
La empresa este año se mantuvo en el error de no darle cara al
aficionado, de mostrase como pésimos comunicadores y de jugar a las escondidas
con el ganado. Es inconcebible que lo que se hace en todas las plazas del mundo
que es mostrar los toros a lidiar, por una cuestión de transparencia y
respeto hacia el aficionado, no se haga en Acho. Lo que sí hizo la FIT para la
encerrona de Joaquín
Galdós.
Pero todo no fue malo, ya se dijo que ha sido una feria con
altibajos. La empresa mostró tener capacidad de gestión y voluntad de hacer
bien las cosas al ofrecer carteles rematados, y conseguir traer toros españoles
de reconocidas ganaderías y de encastes diversos, lo que sin duda fue un
acierto. En el papel tuvimos una feria de primera.
Consecuencia de lo anterior ha sido la buena entrada en los
tendidos en todas las tardes, un casi lleno en la última y en promedio dos
tercios de plaza en las otras, incluida la novillada. Todo a pesar del
incremento que hubo en el precio de los abonos y las entradas sueltas, lo que
demuestra que el público sí responde y que HAY
AFICIÓN.
Es cierto que en Acho se pagan las entradas más caras del
mundo, pero esto no se le puede achacar solo a la empresa, pues aquí los
grandes culpables son la Beneficencia
Pública de Lima (Dueña
de la plaza) y los incapaces que la gestionan, quienes con los altos costos de
arrendamiento y demás exigencias leoninas están matando la afición.
Gracias a estas exigencias y negociaciones de última hora en el
contrato por parte de la empresa, que dicho sea de paso nunca quedaron claras,
este año estuvo a punto de no realizarse la feria y hasta ahora no se sabe nada
de las celebraciones por los dos cientos cincuenta años de la plaza. Fiel a su
estilo la empresa no dice nada y a la Beneficencia se nota que poco le importa.
Tampoco se sabe si Citotusa seguirá gestionando la plaza o si la
Beneficencia convocará a una nueva licitación con mejores condiciones para los
postores. Si este último fuera el caso ya es sabido quienes serían estos. Lo
cierto es que la empresa actual más allá de los errores cometidos, que no han
sido pocos, le ha devuelto a la feria la formalidad perdida y en dos años de
gestión mal no lo ha hecho.
Punto aparte son la revisión, adecuación y mejoras en el Regalmeto Taurino del Rimac en beneficio del espectáculo, y lo
concerniente a la eleccion del Jurado Taurino que otorga los trofeos de la
feria y la manera como este delibera y falla, obedeciendo muchas veces a
inteses subalternos. El
Rimac tampoco ha
mostrado voluntad de hacer mejoras en ese sentido, pese a que se ha tocado sus
puertas en varias ocaciones haciedo caso omiso. Parece que con cobrar el 10% de
impuesto municipal estan por bien servidos.
La cosa es simple, si Beneficencia, Municipio del Rimac, empresa
de turno y aficonados no aunan esfuerzos y apuntan hacia el mismo lado, Lima
seguirá teniendo una feria taurina de segunda en una plaza de primera.
Informa: Fermando Farfán.
Fotos: Alex Lopez C.
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