miércoles, 6 de agosto de 2014

La tarde anónima de Roca Rey

Huelva. Última de feria. Se lidiaron novillos de Cayetano Muñoz, bien presentados y complejos, excepto el segundo, muy bravo, y el cuarto, muy noble. Más de media entrada.
Lama de Góngora, de celeste y oro, pinchazo hondo y tres descabellos (ovación); pinchazo y media tendida (oreja). David de Miranda, azul eléctrico y oro, pinchazo y estocada (oreja); pinchazo y media estocada (saludos tras insólita petición de oreja), estocada (oreja). Roca Rey, de celeste y oro, pinchazo, estocada y dos descabellos (vuelta al ruedo), pinchazo y estocada (oreja).
Es peruano y aún muy joven, pero es tan capaz, tan inteligente, está tan preparado y tiene tantas condiciones, que ni siquiera un pésimo lote de novillos impidió que los aficionados (siempre minoría) vislumbraran la proyección de Andrés Roca Rey, quizá un gran torero mañana mismo por la tarde. Con un valor de espanto, una mente preclara, un gran concepto taurómaco y un poderío enorme, arrancó muletazos donde parecía imposible y, literalmente, se inventó sendas faenas meritísimas por mucho que no pudieran ser brillantes. Pero fue una alegría contemplar a un chaval con tanta madera de torero. El tiempo y el destino dictarán sentencia.
Para el público, sin embargo, el hombre del día fue el local David de Miranda, tambien con un valor seco terrible aunque más rústico en sus formas y mucho todavía por aprender. Le hizo un buen quite por tapatías a su primer oponente, y lo recibió de muleta en los medios para cambiarlo por la espalda estoico entre el clamor de sus paisanos. Luego, la bravura fogosa del animal le dio más ruido de la cuenta aunque la faena, desigual, tuvo quietud y momentos de toreo largo y limpio. En su segundo turno se armó el escándalo porque el presidente se negó a devolver a los corrales un castaño que era manso de libro, y quizá también burriciego. El caso es que el chaval lo mató como pudo mientras los onubenses amenazaban con asaltar el palco, así que para calmar os ánimos sacaron una pizarra anunciando que en séptimo lugar, y como desagravio, David lidiaría el sobrero (que por cierto, regaló el ganadero). El onubense nacido en Trigueros pudo salir a hombros tras otra faena marcada por el valor la quietud, la voluntad, los sustos y los altibajos.
Abriendo plaza compareció el sevillano Lama de Góngora, que ejecutó la faena más conjuntada del festejo en cuarto lugar frente al único ejemplar noble de un complejo encierro. Lama toreó con ligazón, compostura y disposición en una labor notable, aunque demasiado vociferante y que acabó con acusados alardes de valor. Cortó una oreja, dos se llevó Miranda y un trofeo sumó Roca Rey, un torero de momento anónimo.

Álvaro Acevedo.  Huelva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario