Huelva. Última de feria. Se lidiaron novillos de Cayetano Muñoz, bien
presentados y complejos, excepto el segundo, muy bravo, y el cuarto, muy noble.
Más de media entrada.
Lama de Góngora, de celeste y oro, pinchazo hondo y tres descabellos
(ovación); pinchazo y media tendida (oreja). David de Miranda, azul eléctrico y
oro, pinchazo y estocada (oreja); pinchazo y media estocada (saludos tras
insólita petición de oreja), estocada (oreja). Roca Rey, de celeste y oro,
pinchazo, estocada y dos descabellos (vuelta al ruedo), pinchazo y estocada
(oreja).
Es peruano y aún muy joven, pero es tan capaz, tan inteligente, está tan
preparado y tiene tantas condiciones, que ni siquiera un pésimo lote de
novillos impidió que los aficionados (siempre minoría) vislumbraran la
proyección de Andrés Roca Rey, quizá un gran torero mañana mismo por la tarde.
Con un valor de espanto, una mente preclara, un gran concepto taurómaco y un
poderío enorme, arrancó muletazos donde parecía imposible y, literalmente, se
inventó sendas faenas meritísimas por mucho que no pudieran ser brillantes.
Pero fue una alegría contemplar a un chaval con tanta madera de torero. El
tiempo y el destino dictarán sentencia.
Para el público, sin embargo, el hombre del día fue el local David de
Miranda, tambien con un valor seco terrible aunque más rústico en sus formas y
mucho todavía por aprender. Le hizo un buen quite por tapatías a su primer
oponente, y lo recibió de muleta en los medios para cambiarlo por la espalda
estoico entre el clamor de sus paisanos. Luego, la bravura fogosa del animal le
dio más ruido de la cuenta aunque la faena, desigual, tuvo quietud y momentos
de toreo largo y limpio. En su segundo turno se armó el escándalo porque el
presidente se negó a devolver a los corrales un castaño que era manso de libro,
y quizá también burriciego. El caso es que el chaval lo mató como pudo mientras
los onubenses amenazaban con asaltar el palco, así que para calmar os ánimos
sacaron una pizarra anunciando que en séptimo lugar, y como desagravio, David lidiaría
el sobrero (que por cierto, regaló el ganadero). El onubense nacido en
Trigueros pudo salir a hombros tras otra faena marcada por el valor la quietud,
la voluntad, los sustos y los altibajos.
Abriendo plaza compareció el sevillano Lama de Góngora, que ejecutó la
faena más conjuntada del festejo en cuarto lugar frente al único ejemplar noble
de un complejo encierro. Lama toreó con ligazón, compostura y disposición en
una labor notable, aunque demasiado vociferante y que acabó con acusados
alardes de valor. Cortó una oreja, dos se llevó Miranda y un trofeo sumó Roca
Rey, un torero de momento anónimo.
Álvaro
Acevedo. Huelva.
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